La comunidad está hecha a mano. Agradezco a nuestros creativos y portadores de cultura.
que nos amó en voz alta y en ceremonia
canalizando la combustión de nuestro dolor, sufrimiento y trauma el año pasado, a través de generaciones, y aún
quien dijo su nombre, el hermano George Perry Floyd, Jr.
quien pintó todos los nombres en el pavimento donde su vida fue aplastada
recordando y llamando a nuestros antepasados
que hizo murales, escribió obras de teatro y escupió poemas, disparó esculturas, se autoeditó y cantó
que bailaba y tamborileaba, fotografiaba y filmaba
estarcir nuestras historias de lucha y supervivencia
que cosían solidarios y llevaban las listas, las cadenas de texto, los árboles de teléfonos, los árboles
que acolchaba parientes y coaliciones
invitar a otros a participar, visitar, contribuir y quedarse
que convocó a personas en línea y se enmascaró en persona
que nos enseñó seguridad durante COVID, protestas y condiciones inciertas,
apoyando nuestro bienestar colectivo
quien nos trajo de regreso a nuestros cuerpos
que dirigió yoga, movimiento y meditación en los parques, en las pantallas y en las calles
recordándonos la necesidad de nuestra respiración y nuestra alegría
que ocupó el lugar en 38th y Chicago,
que involucraron a ancianos y jóvenes, y entre sí para comprar terrenos, alquilar edificios, construir estudios y construir organizaciones
Desarrollando nuevas conexiones y economías con urgencia y gracia.
que trabajaba dentro de las instituciones
que adaptó programas a nuevas plataformas y estimuló la disrupción de sistemas lentos y segregacionistas
probar el propósito y la plasticidad de las políticas
que informó desde la esquina, la sala del tribunal y la sala de chat
que ofreció análisis, contexto y crítica insomnes
afilando e informando nuestra participación
quien pidió rendición de cuentas y acceso
que abogaba por una renta básica, un salario digno y una distribución más justa de los recursos y el poder
centrar a los pueblos oprimidos e impactados y orientar hacia la liberación
que caminó por los ríos y acampó en resistencia
que viven y han vivido aquí todo el tiempo
declarando el carácter sagrado de la tierra y el agua
que sabía que éramos los únicos y no esperó,
que afirman nuestra humanidad y nuestras conexiones inevitables entre nosotros y con esta Tierra
sosteniendo una reverencia por la vida tan reconfortante como la lluvia.
Este poema es parte de un serie de reflexiones en primera persona nuestros colegas están compartiendo sobre George Floyd y el movimiento por la justicia racial.